“La Ley de Ordenamiento Territorial (Ley de Bosques) quemó todo el bosque, los campos, las chacras y los alrededores de las ciudades”. “La ganadería ayuda a prevenir el fuego”. “En los últimos 12 años los incendios se dan en los bosques nativos y no en los campos agropecuarios de Córdoba”. Todo esto según un estudio pagado y difundido por la Sociedad Rural de Jesús María: el informe llamado “Estudio de áreas quemadas en la provincia de Córdoba: periodo 2010 – 2022” que resultó estar muy flojito de papeles y cuya intención fue clara: difundir información imprecisa y tergiversada.
“La ganadería no es desmonte” afirman los empresarios ganaderos que desde hace tiempo intentan avanzar sobre nuevas tierras en el arco noroeste de Córdoba, donde se encuentran relictos de los bosques nativos mejor conservados en la provincia. La Ley de Bosques resulta un fastidioso obstáculo para los empresarios ganaderos que esta vez transparentaron su malestar con la normativa.
No pasó mucho tiempo para que investigadores e investigadoras de prestigio se pronunciaran con un análisis crítico sobre el “Estudio de áreas quemadas en la provincia de Córdoba: periodo 2010 – 2022”, difundido por la Sociedad Rural de Jesús María (SRJM).
El Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBiV), CONICET-UNC; la Red de Restauración Ecológica Argentina; Nodo Centro; Ecosistemas Argentinos y el Foro Ambiental Córdoba señalaron que: «En las áreas boscosas mejor conservadas hay poca carga de combustible fino por lo que es poco probable que los incendios se originen en bosques maduros. Contrario a lo que proclamaron en algunos medios de comunicación tradicionales, el propio informe ruralista deja en claro que la mayor superficie quemada en los últimos 12 años corresponde a cultivos agrícolas o zonas cubiertas mayormente con pastos», dijeron desde el equipo de expertos que analizó el documento de la SRJM.
Hasta hoy, el Ministerio de Ambiente y Economía Circular –área ambiental específica del gobierno provincial- no se ha pronunciado respecto del incidente ni ha repudiado las expresiones que cuestionaron la ley madre que protege los bosques nativos provinciales.
Lenguas de fuego
La Sociedad Rural de Jesús María encargó un estudio y lo usó para difundir que la Ley de Bosques no había servido. Mientras Córdoba ardía, en el acto inaugural de la Expo SRJM, Eduardo Riera -presidente de la institución agropecuaria- lanzó desde el escenario expresiones dramáticas en su discurso: “La Ley de Ordenamiento Territorial (Ley de Bosques) quemó todo el bosque, los campos, las chacras y los alrededores de las ciudades”. También disparó: “La ley (de Ordenamiento Territorial de Bosque Nativo) perjudica a todo lo que dice proteger”, “No sirve, se quemaron un millón doscientas mil hectáreas de las cuales 200 mil son bosques nativos”, sentenció el dirigente rural.
“Reconozcamos las falencias de esos mapas verdes, amarillos y rojos, hagámonos cargo de lo que pasó. Mientras no nos pongamos de acuerdo en trabajar conjuntamente para solucionar este grave problema, sepan que se van a seguir quemando más territorios”, lanzó Riera frente a las autoridades provinciales presentes que ni se inmutaron ante el temerario discurso. Miradas imperturbables de la vicegobernadora Myrian Prunotto y del ministro de Bioagroindustria de la provincia, Sergio Busso.
Eduardo Riera tomó como fundamento el informe llamado “Estudio de áreas quemadas en la provincia de Córdoba: periodo 2010 – 2022”. Dicho trabajo fue solicitado por la Comisión Directiva de la Sociedad Rural de Jesús María y publicado por la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias conformada por Confederaciones Rurales Argentinas, Federación Agraria Argentina, Sociedad Rural Argentina y Confederación Intercooperativa Agropecuaria.
El informe publicado el 14 de agosto fue firmado por el Ing. Agr. Marcelo Romero y el Biól. Erio Curto. Allí se presenta la superficie quemada entre los años 2010 y 2022 en el arco noroeste ampliado, incluyendo 16 departamentos de Córdoba (todos los del noroeste y Río Cuarto).
Fake muuuu: la Sociedad Rural tiene patas cortas
«Como profesionales de Ciencias Ambientales queremos expresar nuestra preocupación por la interpretación errónea y sesgada de los datos publicados en el informe titulado “Estudio de áreas quemadas en la provincia de Córdoba: Periodo 2010 – 2022”, manifestaron los científicos y técnicos tras realizar un análisis pormenorizado del informe ruralista, agregando que “detectamos falencias o errores en la información generada y en su posterior interpretación.”
Los principales puntos que generaron críticas, según el análisis realizado:
- El método utilizado para estimar superficie quemada no es lo suficientemente preciso, ya que se basa en datos satelitales de resolución espacial moderada a baja.
- Los productos satelitales utilizados en el estudio son más adecuados para la detección de incendios activos que para la estimación de superficie quemada.
- El análisis de la vegetación afectada por los incendios carece de rigurosidad metodológica, dado que para 7 años de la serie de superficies quemadas utilizan mapas de vegetación posteriores a los eventos de fuego, con lo cual, en lugar de analizar la vegetación afectada por el fuego, analizan la vegetación registrada luego de la ocurrencia de fuego.
- En los medios de comunicación se ha difundido información que no está incluida en el informe y la información generada se interpretó sesgadamente.
- En algunos medios de comunicación se afirmó que el 75% de los incendios ocurrieron en bosques cuyo uso está regulado por la Ley de Bosques, pero esos valores no se sustentan con datos del propio informe y, al mismo tiempo, reflejan una incongruencia metodológica.
Calidad en la estimación de las áreas quemadas
Los autores del informe ruralista y las personas entrevistadas con relación a esta publicación mencionan que se utilizó información proveniente de tres satélites de última generación para estimar la superficie quemada. Sin embargo, en el propio estudio de Romero y Curto (2024) puede verse que se utilizó información generada por un solo sensor (MODIS) que detecta focos de calor, y luego en base a la localización de los focos de calor se estimó la superficie quemada.
Este procedimiento metodológico no es el más adecuado para un análisis de estas características, ya que no es lo suficientemente preciso, y posee algunas falencias. De hecho, en la actualidad existen procedimientos más avanzados y precisos para estimar áreas quemadas. El más utilizado actualmente a nivel mundial es la detección de las ‘cicatrices’ o los rastros que deja el fuego, luego de su paso, en la cobertura de la tierra.
Por otra parte, en el estudio no se explica cuál fue el procedimiento que utilizaron los autores para validar la estimación de superficies quemadas, si es que realizaron algún tipo de validación.
Cuando se genera cartografía de áreas quemadas, la validación es necesaria para conocer cuán precisa es la estimación de las superficies afectadas y cuál es el porcentaje de error que puede tener el mapa generado, ya que todas las estimaciones pueden tener ciertos grados de error.
Vegetación afectada por el fuego
Con respecto al tipo de vegetación afectada por los incendios, en el estudio se reportan algunas cifras, sin embargo, el procedimiento metodológico es erróneo.
La base de datos de áreas quemadas incluye un período de 12 años (2010-2022), o sea que incluye 12 mapas de superficies quemadas anuales (figura 11, pág. 18 del estudio de Romero y Curto 2024). Sin embargo, para estimar qué tipo de vegetación se quemó, utilizan solamente un mapa que corresponde a la cobertura de suelo del período 2017-2018. Dado que la vegetación puede cambiar no solo estacionalmente, sino también año a año, no es del todo correcto estimar qué tipo de vegetación fue afectada por eventos de fuego durante 12 años utilizando un mapa de vegetación que corresponde a un solo año.
Dado que algunos incendios generan transiciones entre tipos de vegetación, a medida que aumenta el tiempo entre el mapa de cobertura utilizado y la fecha de los incendios, el error es mayor.
Por lo tanto, para estimar qué tipo de vegetación fue afectada por los incendios, la estimación de lo quemado debería realizarse año por año con información de la cobertura del suelo anterior a los eventos de fuego.
En el caso del estudio de Romero y Curto (2024), hay 7 años de la serie de áreas quemadas (2010-2017) en los que la incidencia de fuego se asocia a la vegetación presente en años posteriores a los eventos de fuego (que podría, o no, estar en recuperación), y solo 4 años de la serie (2019-2022) se asocian a la vegetación que había antes del fuego.
Esto significa que parte de la información presentada en el informe no posee la rigurosidad metodológica requerida para sustentar las conclusiones del mismo.
Fuego en el noroeste
En la conclusión del informe financiado por la Sociedad Rural, los autores mencionan que en el arco noroeste los fuegos no serían de origen humano: “… En algunos ecosistemas la posibilidad de ocurrencia de fuegos espontáneos es prácticamente nula debido a las condiciones climáticas y ambientales imperantes. En estos casos, la única posibilidad de que un incendio forestal acontezca debe atribuirse con alta certeza a una acción humana. No es el caso del arco noroeste de la provincia de Córdoba…”, y esto nos hace preguntar, indican los revisores del Informe: ¿En qué información se basan para afirmar que los incendios no son de origen humano?”
Según los expertos, la afirmación realizada por los autores se contradice con los resultados del mismo informe donde en la página 16 expresan “… Así, puede apreciarse una importante cantidad de incendios en los bañados del río Dulce, en los que el fuego es una herramienta indispensable para la persistencia de la ganadería trashumante…”
Esta interpretación, denota que muchos de los eventos de fuego son iniciados deliberadamente con el objetivo de promover el rebrote de la vegetación, ya que incrementa su calidad forrajera. De hecho, en la misma página los autores expresan que la densidad poblacional podría asociarse con el inicio de fuegos: “…Puede apreciarse, además, que el área boscosa del noroeste, escasamente habitada, es de las regiones que menos incendios registraron…”. Esta expresión, justamente evidencia que en el arco noroeste la mayoría de los incendios son intencionales, ya que las zonas menos habitadas registraron menos incendios.
Finalmente, en la página 29,los autores del estudio financiado por la Sociedad Rural contradicen nuevamente su afirmación referida a que en el arco noroeste los fuegos no son de origen antrópico, al expresar “… existe una concentración de incendios… (en) la zona serrana, más densamente poblada… Otro patrón distinguible, sobre todo en el sur provincial, es el alineamiento de puntos de calor en relación con rutas y caminos. Este agrupamiento puede deberse, por un lado, al mayor tránsito de personas que pueden encender fuegos ocasionales, y por otro, a la presencia de basurales clandestinos que se encienden de manera espontánea o intencional…”
Contrariamente a lo que concluyen los autores, los resultados del informe en cuestión sugieren que, justamente, la incidencia de fuego se asocia con la actividad antrópica. De hecho, más del 95% de los fuegos son iniciados por el ser humano, ya sea accidental o deliberadamente, con lo cual, la incidencia de fuego en el arco noroeste no sería la excepción a este patrón. Además, esta aseveración carece de sustento en el estudio, ya que los autores no estudiaron las causas ni los orígenes de los eventos de fuego.
“Cabe aclarar que todo estudio o trabajo que se publica en una revista científica (indexada), tiene la ventaja de ser revisado por otros científicos (pares) y por un editor a cargo. Esto garantiza un mínimo estándar en cuanto a calidad metodológica, revisión bibliográfica y al sustento de la discusión y conclusiones. Las inconsistencias detectadas en el informe de Romero y Curto (2024), sugieren que no ha sido revisado por pares especialistas en temáticas de teledetección y/o de ecología de fuego”, concluyeron.
Los científicos del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBiV), CONICET-UNC; la Red de Restauración Ecológica Argentina, Nodo Centro 4; Ecosistemas Argentinos y el Foro Ambiental Córdoba expresaron que “la toma de decisiones de manejo debe basarse en la aplicación de información científico-técnica chequeada y validada. En este sentido, la difusión de resultados científicos, ya sea al público general o a los tomadores de decisiones, también debe realizarse de manera responsable y en base a información verificada.”
La difusión de información errónea es preocupante en una provincia como Córdoba que ya perdió más del 90% de sus bosques a causa del cambio de uso del suelo impulsado por el avance de la frontera agrícola, la urbanización y el desplazamiento de la ganadería hacia ecosistemas naturales localizados en suelos menos productivos, y más susceptibles a degradarse.
El fuego altera la estructura y funcionalidad de los escasos remanentes de bosque nativo que aún quedan en la Provincia. Los incendios en las sierras alteran la dinámica hidrológica de los cursos de agua de los cuales se abastece de agua potable gran parte de los cordobeses, incluyendo la capital de la provincia, que es la segunda ciudad más poblada del país.
La pérdida de cobertura vegetal causada por los incendios provoca períodos de exceso (inundaciones) y de escasez de agua, al disminuir la capacidad de infiltración y retención de agua en los suelos de las cuencas. En este sentido, resulta importante, también, recordar las sequías por las que hemos atravesado en los últimos años y que han afectado el suministro de agua en los hogares de numerosas localidades.
Por lo tanto, resulta imprescindible la conservación del bosque nativo como amortiguador de los efectos de las sequías e inundaciones en la Provincia. Es de destacar además que los bosques, una vez que los árboles logran alcanzar un gran tamaño, generan un sotobosque menos inflamable y la incidencia de fuegos en ellos es menor que otro tipo de comunidades vegetales con árboles más pequeños y sotobosques más inflamable asociados a la presencia de pastos.
“Por los motivos mencionados, queremos expresar nuestra preocupación sobre las interpretaciones sesgadas e infundadas que surgieron a partir del informe de Romero y Curto (2024), sugiriendo que los bosques que más se protegen son los que más se queman.
De hecho, está documentado que los bosques en estados más maduros y con mayor cobertura de su copa se queman en menor proporción que otros tipos de vegetación como bosques inmaduros y pastizales. Por ejemplo, en otros estudios científicos publicados en revistas internacionales se registró para un período de 13 años (1999-2011) que las coberturas no boscosas registraron mayor incidencia de fuego que la cobertura boscosa.
Por lo tanto, en las áreas cubiertas por bosque, la carga de combustible fino es menor, lo que disminuye la probabilidad y/o velocidad de propagación del fuego, facilitando la tarea de bomberos y brigadistas. Por tal motivo, una estrategia de largo plazo para la prevención de incendios es promover que los bosques que están actualmente en estado inmaduro, dominados por pastos, arbustos y árboles pequeños, logren madurar hasta formar una canopia continua y actúen como cortafuegos naturales”, añadieron.
Contaminación informativa
En una nota producida en Canal 12 y en el portal Bichos de Campo, se difundió la idea que “… los bosques que más se incendian son los que más se cuidan…”
Sin embargo, esta afirmación no se sustenta en los datos del informe, ya que en ninguna sección del informe Romero y Curto (2024) comparan la incidencia de fuego en zonas protegidas por la Ley de Bosques y en zonas no protegidas por dicha normativa. Tampoco se analizó si la incidencia de fuego en áreas categorizadas como I y II cambió luego de la entrada en vigencia de la Ley de Bosques. Contrariamente a lo que se afirma en las entrevistas, la incidencia de fuego es mayor en otros tipos de coberturas de suelo.
Específicamente, según el informe de IDECOR del año 2022 “…los cultivos presentaron la mayor superficie incendiada (más de 37.200 ha), lo cual representa aproximadamente el 46% de todas las áreas quemadas de la provincia (durante el año 2022)…”
Esta información está incluida en la página 28 del informe de Romero y Curto (2024), donde se menciona que “Los cultivos agrícolas fueron los más afectados por el fuego (46%), seguidos por los arbustales (26%), las pasturas implantadas (11%) y los bosques (5%)…”
Por lo tanto, las interpretaciones surgidas a partir del informe de Romero y Curto (2024) tienen un sesgo, ya que, si se considera la incidencia de fuego en todo el territorio provincial, el tipo de cobertura del suelo menos afectado fue la cobertura boscosa, que es objeto de aplicación de la Ley de Bosques.
“Por los motivos mencionados, queremos expresar nuestra preocupación sobre las interpretaciones sesgadas e infundadas que surgieron a partir del informe de Romero y Curto (2024), sugiriendo que los bosques que más se protegen son los que más se queman”, indicaron.
Los bosques nativos de Córdoba guardan la esencia de la vida. Así ha sido durante miles de años conteniendo la herencia vital porque conforman un sistema preciso de interacciones que hacen que tengamos las condiciones aptas para vivir: aire, agua, alimentos, captación de dióxido de carbono, sombra, humedad. A esto se le llama servicios ambientales y no tienen precio en el mercado.
Aun así, desde hace décadas la presión constante sobre los bosques nativos disminuye su capacidad de brindar servicios ambientales. Algunos ecosistemas aguantaron hasta donde pudieron, como el Espinal al que se lo considera extinto. Otros bosques nativos de la provincia aguantan hasta donde pueden, algunos ya sin pulso.
Los relictos de monte conservado y la biodiversidad que aún queda en ellos no son los responsables del fuego.
Los responsables son los incendiarios y los autores intelectuales del fuego intencional, los gobiernos que impávidos reciben amenazas contra sus leyes y también los que, en momentos trágicos, a través de falsas informaciones echan leña al fuego.
Fuente: Portal Periodismo Ambiental